domingo, 1 de septiembre de 2013

¿Por qué escoger un hostal en vez de un Hotel?

A la hora de buscar alojamiento para un periodo de vacaciones, para un viaje de fin de semana, o para viajes de empresa, es común pensar en hoteles, de hecho, en los buscadores se suelen introducir términos como “hoteles económicos” u “hoteles con encanto”.

Lo que no es tan frecuente, es que a la hora de buscar hospedaje, se tengan en cuenta los hostales y, sin embargo, son numerosas las ventajas que ofrecen un hostal frente a un hotel.

Las ventajas de escoger un hostal

El precio es, casi siempre, un factor importante a tener en cuenta, y los hostales ofrecen precios más ajustados, por lo tanto son una excelente opción para quienes cuenten con un presupuesto ajustado. Sin embargo, esta reducción en el precio no quiere decir una reducción en la calidad de los servicios.

Menor cantidad de huéspedes, los hostales son más modestos en cuanto a número de habitaciones, por lo tanto, el número de personas que se pueden alojar es siempre menor, garantizado una estadía más tranquila.

Muchos hostales están gestionados por una familia, y por lo tanto, ofrecen un ambiente familiar y acogedor. Son los propios dueños los que se encargan de atender al cliente, buscando que en cada uno de los huéspedes se sienta como en su propia casa y entre amigos. En algunos hostales es posible incluso disfrutar de auténtica comida casera.

Al disponer de pocas habitaciones y estar gestionado de una forma familiar, el personal se pueden permitir una atención personalizada para cada cliente, teniendo en cuenta necesidades particulares, gustos, e incluso ofreciendo información que puede ser de interés para cada huésped que en el hostal se aloje, ya sean turistas nacionales, extranjeros, empresarios o trabajadores.

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AC/DC Platinum: Original edición limitada de vinos


AC/DC es una banda de rock pesado que se ha vuelto en un emblema del género y cosecha varios fanáticos a lo largo y ancho del mundo en sus años de historia. Así, recientemente en vez de presentar un nuevo disco, el grupo ha decidido agasajar a sus seguidores con una muy especial edición limitada nada más y nada menos que de vinos.

Cabe mencionar que esta no es la primera vez que AC/DC presenta una bebida, ya había puesto un pie en la vitivinicultura en el año 2011, con el lanzamiento de un sofisticado Cabernet Sauvignon con sabor a rock and roll. Tras el éxito que significó aquella venta, la propuesta en esta ocasión lleva el nombre AC/DC Platinum.

La empresa que se ha encargado de la creación del beberaje de esta edición limitada ha sido Angus Young. El vino del que estamos hablando es un super-premium 2010 Barossa Valley Shiraz con un sabor único, que atravesó un proceso de maduración en barricas de roble americano, cuya duración fue de dos años.

En lo que respecta a su presentación, se puede apreciar que viene en cajas obsequio, en su interior, una botella de cristal y en su etiqueta una imagen con los integrantes de la banda. Según se anunció, la colección, se estima, estará disponible para encargo a partir de septiembre, mediante Warburn Estate.

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Nicaragua: la nueva línea de puros Davidoff Cigars


Davidoff es una conocida compañía que se encarga de fabricar varios productos relacionados con el lujo, pero, sin lugar a dudas, una de sus grandes fortalezas es la que tiene que ver con el tabaco y los puros. Es así que recientemente ha presentado de forma oficial su nueva línea de puros, los cuales serán conocidos bajo el nombre Nicaragua.

Su nombre se debe a que ha sido compuesto por tabaco cien por ciento proveniente de Nicaragua, en sus variedades Condega, Esteli y Ometepe. Además, su envoltorio es nada menos que Habano Seed Nicaragua Rosado conservado durante diez años. Cada detalle hacen especial a cada uno de estos cigarros, ideales para obsequiar a un amante de los puros de calidad.

El sabor que deja en la boca se encuentra entre el amargo y la dulzura, los cuales se mantienen en perfecto equilibrio. Los sabores están divididos por tercios, el primero, picante; el segundo, notas dulces como el chocolate o el café; y, el tercero, el toque amargo que completa cada pieza Nicaragua.

Cabe mencionar que habrá tres variantes en las cuales estará disponible esta línea de Dvidoff Toro, Robusto y Short Corona. Por otra parte, a los primeros compradores, la firma ofrece una edición especial de presentación que incorpora humidificador, encendedor y cortador.

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TV UHD CURVO: UNA REVOLUCIÓN EN TELEVISORES, DE SAMSUNG ELECTRONICS


Si pensábais que ya lo habíais visto todo en lo que a televisores respecta, pues os presentamos la nueva propuesta de Samsung Electronics quien se ha comprometido y ha logrado con todo el sorprender y revolucionar en esta materia. Y es que en la edición 2013 de IFA ha dado a conocer su televisor Ultra Alta Definición (UHD) ha presentado el TV UHD Curvo, que, como su nombre lo indica, posee una forma curva.

IFA, como ya sabréis, es la feria de electrónica más grande de Europa y año a año es testigo de las novedades de las marcas más importantes de todo el mundo. EVP Hyun-suk Kim, encargado del departamento de Visual Display de Samsung Electronics ha sido quien desveló la novedad en la feria, aduciendo que “presentamos el primer televisor UHD Curvo del mundo en la IFA 2013, para satisfacer las expectativas de muchos consumidores, quienes esperaban la nueva generación de tecnología en TV”.

Cabe mencionar que esta TV estará disponible en dos tamaños, de 55 y de 65 pulgadas, por lo que también se posiciona entre los más grandes del mercado, aunque no se destaque por ello. La calidad de imagen es su punto fuerte y lo consigue gracias a su forma curva, además de su ultra definición OLED, además de obtener un efecto envolvente.

Se hará un lanzamiento de prueba de esta pieza de lujo y de acuerdo a los resultados, después se lanzará oficialmente y para todo el mundo al mercado. Sin lugar a dudas, una gran apuesta de Samsung Elecronics por innovar, ¿no os parece? Esperamos vuestros valiosos comentarios.

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Drogas, cárcel y Netflix


El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. ¿Quién no hizo alguna trastada en su juventud de la que ahora se arrepiente? Llamar al timbre del vecino a las 5 de la madrugada. Aprovechar que tus padres se han ido de viaje para montar un jolgorio clandestino que deja la casa familiar hecha añicos. Casarte en Las Vegas tras un calentón... En fin, esas cosillas. Desvaríos que ahora, desde la sosegada madurez, recordamos entre carcajadas. Pero tragedia más tiempo no siempre es igual a comedia. Ocurre que la Ley carece de sentido del humor. Y que cuando uno la lía muy gorda, el bromazo puede acabar regresando como tragedia. O como tragicomedia, el tono elegido por Orange is the New Black, último éxito televisivo de Netflix, que tras hacer historia con House of Cards, primera serie de una plataforma digital nominada masivamente a los Emmy, vuelve a triunfar con su nueva producción en EEUU, que aún no tiene fecha de estreno en España.  

La protagonista de Orange is the New Black, interpretada por Taylor Schilling, vive una confortable madurez de clase media cuando su pasado regresa para poner su existencia boca abajo. Es una muchacha tan modosita, tan neoyorquina, tan blanca y heterosexual, tan encantada de su condición de burguesa bienintencionada, que toda su familia se queda de piedra cuando descubre que en sus años universitarios se lío con una traficante de drogas. Ahora, una década después, lo va a pagar en forma de estancia en prisión. Todo bajo la batuta de Jenji Koham, creadora de la serie, que adapta un caso real recogido en la autobiografía Orange is the New Black. My Year in a Women´s Prison (2010), sobre una mujer (Piper Kerman) que pasó un año en la cárcel (2004) por un delito cometido once años antes, cuando tenía 24 años.  

Koham, creadora de Weeds y guionista de Las chicas Gilmore, había sido una de las pioneras en la introducción de personajes extravagantes en las series estadounidenses. También de que se empezase a tratar con desenvoltura la relación del país con las drogas. Extravagancia y drogas, asuntos que ahora son el pan nuestro de cada día en el audiovisual contemporáneo, pero que no lo eran tanto cuando arrancó Weeds en 2005. La serie narraba las tribulaciones de una mujer que, tras morir su marido, empieza a vender marihuana a sus vecinos para mantener su estatus de clase media/alta. Pese a que la serie llegó a los 90 episodios y a las 8 temporadas (la última se emitió el año pasado), Weeds fue un intento fallido por subvertir las series sobre mujeres en suburbios burgueses. 

En Orange is the New Black, por contra, ha afinado mucho más la fórmula. Primero en el aspecto genérico: se trata de una desconcertante mezcla de drama y comedia en un contexto poco dado al humor: la vida en la cárcel. Segundo en el aspecto temático: a lo tonto, la serie retrata asuntos políticos de alto voltaje como las condiciones carcelarias o la perversa relación del sistema penal estadounidense con las drogas. Todo bajo una apariencia de serie insustancial que bordea la banalización de la vida en la cárcel. Orange is the New Black ha sido alabada por figuras como David Simon, creador de The Wire y toda una autoridad en el tema droga/crimen/ley/cárcel. 

La obra de Jenji Koham se ha convertido en pasto de de los análisis sociológicos sobre las aportaciones de las series a los imaginarios colectivos.  Se destaca su amplia colección de personajes femeninos o su desenfadado acercamiento al lesbianismo y otras diversidades sexuales. También, por tanto, su papel como ventana de minorías infrarrepresentadas en el audiovisual contemporáneo, desde el lumpen latino a los transexuales.

La serie se alimenta de arranque de la misma gasolina que las comedias clásicas: la comedia como choque de contrarios. O la pobre niña pija de modales refinados enfrentada a las normas patibularias de la cárcel. No obstante, su lucha por hacerse respetar, derivará  en diversas ramificaciones dramáticas. Sonrisas y lágrimas para una de las series del año.

La protagonista de la serieQue la televisión estadounidense se haya tirado al barro en los últimos años no quiere decir exactamente qué se pueda vender cualquier tema. Una prisión repleta de latinas tatuadas, lésbicas y fuera de control, quizás no sea todavía lo que se entiende como un producto mainstream. O sí. Todo depende de cómo venda una la moto. Jenji Kohan lo ha explicado así en una entrevista: "No me planteo de antemano escribir series sobre mujeres.  Me interesan más bien mucho los personajes con puntos débiles. Cuando me topo con ellos, tiro del hilo de la historia y del de las personas. Weeds partía de una premisa poderosa: Viuda de suburbio, madre traficante. Cuando leí el libro de Piper Kerman, pensé: 'Es una vía para adentrarse en un mundo interesante. La cárcel desde el punto de vista del yuppie'. Si te reúnes con un ejecutivo televisivo y le dices que quieres 'hacer una serie carcelaria sobre negras, latinas y viejas', no lograrás vendérsela. Pero si lo que tienes es una rubia yendo a la cárcel, puedes colar la serie y acabar contando el resto de las historias que ocurren ahí dentro. Era una estupenda puerta de entrada".  

Kohan, que combinó las memorias de Kerman con trabajo de campo, ha enumerado después las características de la estructura penitenciaria estadounidense: "Opresión, sensación de desamparo y estar en manos de un sistema y una burocracia arbitraria. Nunca había pensado en profundidad sobre el significado de perder tu libertad. Me sorprendieron y me fascinaron los modos en los que las presas logran conservar su humanidad e intentan sobrevivir ahí dentro". Con todo, Orange is the New Black, no es precisamente el drama social y realista que uno esperaría encontrar en una ficción carcelaria. Es otra cosa. Más divertida. Nuevos géneros para antiguos temas. 

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Esto no se puede hacer en un concierto


En los últimos tiempos, publicaciones tan distintas como Rolling Stone, The Guardian o Jenesaispop han dedicado espacio a examinar las normas de etiqueta en los conciertos de música popular. Un sector de la prensa considera que cada vez se presta menos atención al escenario, que cierta gente va "a lucir el palmito" y que la capacidad de concentración está "más dispersa que nunca".  El debate sigue vivo en la calle y en la red: "¿hacer esto es aceptable?" "¿no os molesta cuando…?" "¿qué se creen estos paletos que se han puesto delante?"  Mediten los argumentos y saquen sus propias conclusiones. 

Pasarte el concierto grabando con el móvil

Wendy Fonarow, antropóloga experta en música indie, escribió en The Guardian una defensa cerrada del derecho a abusar del móvil durante los conciertos. Lo define como un comportamiento menos intrusivo que gritar, empujar o salpicar con tu copa al vecino (tres cosas de las que pocos asistentes se libran cada noche). También señala que es una buena forma de pasar el rato cuando llega alguna canción aburrida. ¿Su mejor argumento? "Los músicos espabilan cuando saben que están siendo grabados". Antes de la expansión de los móviles con cámara, era común que los artistas sólo se esforzasen en las ciudades que consideraban importantes (Londres, Los Ángeles, Barcelona y en general capitales con potencia mediática). "Ahora los artistas no pueden permitirse una noche mala", apunta. Por otro lado, la revista Rolling Stone ruega a sus lectores que no se pasen toda la noche revisando Twitter, Facebook y el mail. "Distrae mucho: solo es perdonable si eres un cirujano o bombero de guardia", señalan.

Estar de tertulia con tus amigos

Un concierto no es una iglesia. Hablar no está prohibido. La clave es dosificarse. Más importante aún: hay que tener algo qué decir.  Guille Mostaza, del dúo tecno-pop Ellos, recuerda haberse cambiado de sitio en un concierto de Magnetic Fields porque una espectadora hacía a su amiga un extenso relato de sus vacaciones en Bali. El británico John Moore, ex miembro de los ruidosos The Jesus & Mary Chain, también sufrió al convertirse en cantautor acústico:  "No me importa que el público hable, siempre y cuando sea de algo interesante. Ayer dos chicas en primera fila debatían si devolver un jersey que una había comprado esa tarde". En realidad, los musiqueros están divididos. Unos defienden que el artista debe ganarse el silencio del público, otros que cualquier conversación puede molestar a quien ha pagado la entrada. Un importante factor externo es la costumbre de las salas españolas de retrasar al máximo los conciertos para vender más cervezas. Eso hace que la gente acabe más agitada, dispersa y parlanchina. También influye la tendencia a desbordar los límites de aforo (haciendo más complicado alejarse de los grupitos que hablan). Mientras esto no cambie: diálogo y buenas maneras.

Pedir tu canción favorita

Nos referimos al tipo que a los cinco minutos de empezar el concierto se pone a reclamar -a pleno pulmón- que el grupo toque su canción más famosa  (tranquilo, Springsteen no se va a olvidar de Born To Run). También está el que se pasa una hora pidiendo el tema más raro  (aviso: nadie cree que seas más guay por conocer una ignota cara b descatalogada). ¿Una anécdota extrema? El concierto de Belle & Sebastian en la sala Aqualung en 2004, donde un eufórico fan se pasó una hora pidiendo "¡la cuatro!"  sin especificar a qué álbum se refería (además es improbable que el grupo sepa castellano). Pedir tu canción favorita es aceptable, siempre que esperes al tramo final del concierto y no lo hagas de forma desquiciada. El problema es que el 99% de los grupos saltan al escenario con el repertorio decidido y escrito en una hoja de papel. Es más práctico gastar saliva solamente cuando el grupo dice "¿alguna petición?" O dar la brasa en Twitter unos pocos días antes.

Abrirte paso a empujones hasta las primeras filas

Por supuesto, no es una actitud admisible, aunque sea práctica habitual entre los varones que no saben medir su aguante etílico. Desde hace años, los conciertos se han convertido en una especie de ley del más fuerte donde muchos asistentes hacen lo que les da la gana (en perjuicio de la gente que llega temprano o que incluso hace noche en la puerta para coger buen sitio). Contra los abusones, solo caben pequeñas venganzas como derramar la copa en su espalda, empujarles fingiendo que eres parte de una avalancha o pisar discretamente cualquier cosa que se les caiga (merienda, lentillas,  iphone 5…). En realidad, no merece la pena enzarzarse, bastante castigo tienen con lo suyo. En los festivales de verano, colarse a empujones es práctica habitual. Si te has perdido a Los Planetas para coger buen sitio para The Cure o Nick Cave lo mejor es hacerte amigo de los que te rodean y pedirles ayuda cuando vengan los brutos de turno agitando sus minis de güiscola. A veces, incluso, funciona.

Cantar a voz en cuello

Por supuesto, no se puede pedir al público que no cante. Algunos artistas, desde Oasis a La Casa Azul, han hecho del karaoke colectivo parte esencial de su show (y funciona). El problema surge con los artistas que requieren silencio, especialmente cuando actúan en formato acústico. El público que paga sesenta euros por ver a Neil Young con una guitarra de palo tiene derecho a enfadarse cuando el único sonido que obtiene son cuatro compañeros de fila desafinando en inglés macarrónico. Si tienes ganas de cantar en un concierto no está mal asegurarte de que es un momento oportuno, te sabes bien la letra y no escupes al vecino más de lo tolerable. Tras veinte años yendo  a conciertos, puedo decir que muy pocas veces se respetan estas reglas. Los recitales rockeros en teatros también dan lugar a enconadas discusiones sobre cuándo es apropiado levantarse a bailar y cuándo no.

Banderas, pancartas, subir a tu novia a hombros….

Durante varias décadas, no ha habido macroconcierto en España donde no ondease una bandera de Asturias (los motivos todavía no están claros).  Cuando My Bloody Valentine debutaron en España, en el escenario grande de Benicàssim 2008, una pareja de veinteañeros rusos (con pinta de hijos de oligarcas) desplegaron una bandera XXXL de su país que desató protestas acaloradas (no por motivos geopolíticos, sino porque tapaba la visión del escenario). Algo parecido ocurre con las pandillitas que acuden con pancarta ("Bienvenidos", "Os queremos", "500 kilómetros para ver a Stones Roses") o cuando una chica eufórica exige a su novio que la suba a hombros. Nada de esto es muy empático con el resto de asistentes (la regla es desistir en cuanto alguien te lo pide). Lo que sí podemos comprender es la nueva costumbre festivalera de tomar prestadas sillas en las zonas de comida y ver así algún concierto sentado. ¿Es normal pagar cien euros y pasar tres días enteros viendo de pie?

Posdata: en realidad, todas estas reglas se pueden resumir en una: los conciertos son una experiencia colectiva y cuanto mejor se lo pasen los demás, mejor será el ambiente, con lo que se disparan las posibilidades de que la noche resulte satisfactoria para todos los implicados.

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